miércoles, 18 de marzo de 2009

Tres Guajiros en la Habana (III)

Al fin, por fin, o como sea que diga, Gracias Dios pudimos bajarnos de ese monstruo de metal y cargado de aquellos habitantes algo alterados que para nosotros, guajiros al fin, eran los capitalinos.

Recuerdo que la parada estaba por el Parque Central, cerca de los hoteles, Plaza, Inglaterra, New York, Sevilla, Y uno que se llama Lincoln, ya tú sabes, El Flaco (yo), tenía un desfasaje de época enorme, me creía que todavía la cosa era como antes. Cogimos aquellas cosas grotescas y pesadas, de origen ruso, mal llamados Maletines, nos los pusimos en los hombros, y a caminar. Nos dirigíamos al Hotel Sevilla, que era donde se hospedaba mi familia en las vacaciones, que ingenuidad… Dios mío, ¡el Sevilla para nacionales!, sí como no, siéntate y espera, es más ponte 10 000 almohaditas para que no te canses.

Si nos veía un oftalmólogo, no dictaminaban estrabismo, porque a medida que íbamos caminando rumbo al hotel, se nos iba los ojos de las orbitas, ya que no había nada que los guajiros no observaran, vista al lado, vista atrás, vista arriba, en fin todo lo que se moviera, caminara, hablara sin la r (estilo propio del habanero), y midiera más de 5 pisos, era captado por el lente guajiro.

Llegamos al Sevilla, al ladito del paseo del Prado, aquellos leones que nos querían morder, cerquita del memorial Granma, y esos soldados que los mirábamos pensando que eran estatuas, en fin todo nuevo para nosotros. Primer encontronazo con la realidad...

- Hola compañera
-Hola
-Para alquilar una habitación
-¿Habi qué?
- Una habitación para tres, por favor.
- Ay mijo, ustedes ¿de dónde son? (nos descubrieron al instante, ¿habrá sido por la ropa?).
- ¿Son del campo verdad?
- No, somos de Camagüey, no del campo.
Los habaneros le dicen al que vive un metro después de centro Habana del campo y nosotros le decíamos a la de la carpeta, que no éramos del campo, que éramos de Camagüey ja ja, troncos de guajiros.
- Está bien es lo mismo, mijo ustedes nos saben que esto es por dólar y los nacionales no pueden entrar.
- ¡¿Ehhhhhhhhhhhhhhhh?!

El ehhhhh típico del cubano, Santo Dios, ¿y ahora?, ¿qué coño hacemos en medio de la Habana y sin hotel?, Bruno y Julio me miraron con una cara que sin hablar me decía, ¿y ahora flaco?

- Tranquilos, que yo tengo el número de teléfono de un amigo que estudia química nuclear aquí en la Habana, y nos resolverá esta situación.
- ¿Tú crees flaco?
- Tranquilos, no hay peor gestión que la que no se hace, además de aquí no nos vamos sin ver a Yuri, como si dormimos con el mismo ruso en la embajada.
- Y ¿entonces? ¿donde habrá un teléfono?
- Yo sé que en el boulevard, hay una pila de teléfonos por todas las paredes, (memorias de mi infancia), vamos para allá.

Dicho y hecho, rumbo pal boulevard, guajiros al ataque, allí éramos guajiros guajiros, todo el mundo en sus negocios y nosotros con los maletines rusos por todo el boulevard, Dios mío, que estampa.

Después de analizar y probar, y casi defraudarnos con los teléfonos, descubrimos con gran alegría, como Triana al ver tierra en las Américas, un teléfono que servía…

- Este sirve, da tono, aquí, aquí (gritaba Bruno como poseído).
- Flaco, Bruno descubrió uno que sirve ( decía Julio).
- Compañero aquel compañero del maletín grande le esta gritando. (Decía un servicial y siempre atento habanero refiriéndose a Bruno)

Bejuco en mano y dedos metido en el disco, ringgggggggg.

- Juan Carlos, es Felix, el flaco, ¿me conoces?
- Qué bolá Flaco, ¿cómo está la cosa?
- Oye, necesito un favor tuyo.
- Dime, dime que te hace falta, qué, me estas llamando desde Camagüey?
¿Desde Camagüey? ni se imaginaba que estábamos en el medio del boulevard.
- Oye, necesito que me dejes pasar unas noches ahí en tu albergue, la cosa esta mala, no hay hoteles para los nacionales Juanca.
- Tranquilo compadre, dime ¿cuándo vienes a la Habana?
- ¿Cuándo vengo?, ya estamos aquí
- ¿Estamos?, ¿ya?
- Oye, vine con dos socitos de la escuela hoy mismo. Estamos acabaditos de llegar.
- ¡Hoy mismo!, y ¿a qué viniste Flaco?
- Vinimos a ver una cosa de la embajada rusa a ver si podemos estudiar fue.....
- Oye loco tranquilo y no me des más detalles, que eso que estas usando es un teléfono, y ni sabes cuantas personas lo están escuchando jajajajaa.
- Ok tranquilo.
- Dale guajiro, no te preocupes, vengan para acá a ver qué cono hacemos (típico de el cubano, siempre de servicial).

Y así fue, coge los maletines, póntelos en el hombro, y dale para 12 y Malecón, ahí radicaba la Residencia Estudiantil para los estudios de la CEAN.

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar, coño, pero ya nosotros teníamos hecho todas las calles de la Habana.

Al fin descubriendo, preguntando, descansando, quejándonos, sudando, hambreando, llegamos a 12 y malecón… ¿y cómo llamamos a Juan Carlos?, en ese tiempo no había celulares, si ni calculadoras casi, ok, a ponerle guardia, dos a la entrada, y otro a buscar un teléfono para llamar al socio y que nos rescatara de aquel bullicio de metal y cemento.

- Ve tú.
- ¿Yoooooooo?
- Si te toca a ti, que yo hablé con el chofer (decía Julio a Bruno)
- Compadre que me perderé
- ¿Y yo no? (le decía a Bruno yo)
- Bueno está bien, iré a buscar el dichoso teléfono, pero si me demoro me van a buscar.
- Dale compadre que tengo unas ganas de bañarme y comer tremenda, no te demores mas dale.

Así fue, el Bruno partió en busca del teléfono, como se busca un oasis en el desierto, y Julio y yo, de posta para ver al socio de la Habana. Ni los soldados del memorial Granma nos hacían nada. Parecíamos como especies en extinción en un zoológico, o los animalitos disecados en el museo de Camagüey, todo el que entraba al edifico nos miraban de arriba abajo.

-¿Buscan a alguien?
-No, esperamos a un amigo.
- ¿Tiene aguacate?
- ¿Agua qué?
- ¿Ustedes son los de las cremitas de leche?
- ¿Cremitas de qué?
- Compañero, ¿a cuánto es la pizza?

Todos llegaban, todos preguntaban, pero coño no aparecía Juan Carlos.

De momento, siento que alguien toca mi hombro, y me dice… Flaco.

¡Juan Carlos!, pensé, al fin, que rico, podríamos dormir, podríamos bañarnos, podríamos comer, cambiarnos de ropa, y soltar los dichoso maletines rusos.

Miro hacia detrás y…

- Flaco, no encontré ningún teléfono.

Continuará...

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