Nos visitaba un afamado Doctor en Ciencias Veterinarias de una universidad de México, el señor venía a dar una conferencia magistral y también haría unas prácticas de campo para probar una nueva anestesia, muy eficiente y probada en el mundo.
En la finca donde radicaba nuestro Centro de Estudios se haría dicha prueba, se arreglaron los corrales –eran pruebas con animales-, vinieron los buses de la Universidad con estudiantes seleccionados, llegaron los profes, el decano con su comitiva y varios personajes de la agricultura de la provincia.
Comienza explicando que en cerdos era magnífica -la anestesia- porque al aplicarla no existía el riesgo de inflamación o este era muy reducido -a los cerdos se les inyecta en la oreja porque allí es fácil cogerle las venas, digo yo que no sé nada de nada-.
Traen a un cerdo o más bien un “puerco criollo cubano”, flaco y por suerte bastante limpio. Aquel señor con su pulcra bata blanca y jeringa en mano, lo trata –nunca fue mejor usada la palabra- de aguantar para inyectarle dicha anestesia y el puerco cubano –que jamás había visto un veterinario mexicano, mucho menos a alguien tan pulcramente vestido- comenzó a chillar y a retorcerse hasta que el Sr. pudo inyectarle la anestesia.
Mientras el Dr. explica que no había riesgo de hinchazón, la oreja del puerco cubano comenzaba a crecer de una manera impresionante, al darse cuenta propone que lo suelten que debe ser que está estresado el cerdito –palabras usadas por él doctor, estresado y cerdito- ¡Dios! , en cuanto lo soltaron lanzó un chillido y no supimos más de él en todo el día, salió disparado con su oreja enorme a rastros y sin señas del efecto de la anestesia.
Aún así, el doctor seguía impasible –yo ya estaba a punto de reírme aunque muchos estaban un poco rojos de la vergüenza- El Dr. nos explica que puede pasar, no todos reaccionan igual a la anestesia, máxime si existe el estrés –dale con el estrés-.
Pasamos a la segunda parte de la prueba de campo. Probaría en animales de mayor tamaño, digamos … un caballo.
Traen un ejemplar de la finca –uno de los dos -, nuestro invitado nos dice que lo bueno de la anestesia es que los animales caen lentamente, o sea se echan y de esta manera no se golpean, paso seguido procede a inyectar la anestesia a nuestro corcel –ya lo habían pesado para determinar la dosis-.
No termina de sacar la jeringuilla y aquel caballo se ha dado un golpe en el piso que pensamos que lo perdíamos, el doctor tuvo tiempo a duras penas de apartarse del camino en la caída.
Ya yo estaba riendo pero aquel seguía con aquello que … ¡no todos reaccionábamos igual!, y pasa a decirnos que hay que mirar la pupila del animal para notar el efecto de la anestesia, al estar caído de lado –el caballo- solo había una parte de la cara disponible y cuando se acerca a ver el nivel de dilatación de la pupila…. ¡El caballo era tuerto!, pues nada aquel hombre le ha virado la cabeza y trató de mirar la pupila del otro ojo… ¡estaba con más lagañas que yo por la mañana, al fin la logró ver y dijo que la anestesia había tenido efecto, cómo si alguien aún lo dudara.
Aquí parece que ya no podía más y nos agradeció muy amablemente nuestra presencia dejándonos bien claro que, en dependencia de las condiciones del animal podría haber reacciones diversas ante este medicamento.
Me estuve riendo unos días, la historia de este caballo no termina aquí pues Romel y yo participamos junto a este corcel y varios buitres en otra aventura pero la cuento en otra ocasión.
En la finca donde radicaba nuestro Centro de Estudios se haría dicha prueba, se arreglaron los corrales –eran pruebas con animales-, vinieron los buses de la Universidad con estudiantes seleccionados, llegaron los profes, el decano con su comitiva y varios personajes de la agricultura de la provincia.
Comienza explicando que en cerdos era magnífica -la anestesia- porque al aplicarla no existía el riesgo de inflamación o este era muy reducido -a los cerdos se les inyecta en la oreja porque allí es fácil cogerle las venas, digo yo que no sé nada de nada-.
Traen a un cerdo o más bien un “puerco criollo cubano”, flaco y por suerte bastante limpio. Aquel señor con su pulcra bata blanca y jeringa en mano, lo trata –nunca fue mejor usada la palabra- de aguantar para inyectarle dicha anestesia y el puerco cubano –que jamás había visto un veterinario mexicano, mucho menos a alguien tan pulcramente vestido- comenzó a chillar y a retorcerse hasta que el Sr. pudo inyectarle la anestesia.
Mientras el Dr. explica que no había riesgo de hinchazón, la oreja del puerco cubano comenzaba a crecer de una manera impresionante, al darse cuenta propone que lo suelten que debe ser que está estresado el cerdito –palabras usadas por él doctor, estresado y cerdito- ¡Dios! , en cuanto lo soltaron lanzó un chillido y no supimos más de él en todo el día, salió disparado con su oreja enorme a rastros y sin señas del efecto de la anestesia.
Aún así, el doctor seguía impasible –yo ya estaba a punto de reírme aunque muchos estaban un poco rojos de la vergüenza- El Dr. nos explica que puede pasar, no todos reaccionan igual a la anestesia, máxime si existe el estrés –dale con el estrés-.
Pasamos a la segunda parte de la prueba de campo. Probaría en animales de mayor tamaño, digamos … un caballo.
Traen un ejemplar de la finca –uno de los dos -, nuestro invitado nos dice que lo bueno de la anestesia es que los animales caen lentamente, o sea se echan y de esta manera no se golpean, paso seguido procede a inyectar la anestesia a nuestro corcel –ya lo habían pesado para determinar la dosis-.
No termina de sacar la jeringuilla y aquel caballo se ha dado un golpe en el piso que pensamos que lo perdíamos, el doctor tuvo tiempo a duras penas de apartarse del camino en la caída.
Ya yo estaba riendo pero aquel seguía con aquello que … ¡no todos reaccionábamos igual!, y pasa a decirnos que hay que mirar la pupila del animal para notar el efecto de la anestesia, al estar caído de lado –el caballo- solo había una parte de la cara disponible y cuando se acerca a ver el nivel de dilatación de la pupila…. ¡El caballo era tuerto!, pues nada aquel hombre le ha virado la cabeza y trató de mirar la pupila del otro ojo… ¡estaba con más lagañas que yo por la mañana, al fin la logró ver y dijo que la anestesia había tenido efecto, cómo si alguien aún lo dudara.
Aquí parece que ya no podía más y nos agradeció muy amablemente nuestra presencia dejándonos bien claro que, en dependencia de las condiciones del animal podría haber reacciones diversas ante este medicamento.
Me estuve riendo unos días, la historia de este caballo no termina aquí pues Romel y yo participamos junto a este corcel y varios buitres en otra aventura pero la cuento en otra ocasión.
3 comentarios:
Es la mejor reseña que he leído en la última década y ha sido un postre especial, casi no puedo respirar de reirme tanto.
Un abrazo,
Fando
Y todo ocurrio de verdad!!!!
Flaco, no entiendo cuál es tu habilidad para recordarme esas tallas una y otra vez y siempre termino con dolor de barriga de reirme.
Amigos, lo que cuenta Carlos es como dicen los créditos de las películas "basado en hechos reales", ja ja
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