
Una vez identificadas nuestras dificultades –dinero y comida-, analizadas nuestras posibilidades reales de eliminarlas –cercanas a cero-, observamos el entorno, ¿de qué disponíamos ? y bingo... a criar pollos.
Algunos, nos los comíamos –eliminábamos la falta de jama- el resto se vendía –eliminábamos la falta de dinero-, hombre que pena no haber hecho este análisis antes.Luego de comprar varias tandas de "patiflacos“ –sobre todo yo, debe ser porque son de mi familia- logramos comprar una tanda de pollitos patigordos –con el paso del tiempo convertidos en pativirados-.
El resto era fácil -la comida para los pollos- al menos eso pensamos. Hicimos cálculos en la PC, balances dietéticos, el carbohidrato de cabecilla de arroz, los minerales de la zeolita y otros, las vitaminas del multivit –dale con el multivit- la proteína tan necesaria al inicio... ufff ¿de dónde? Ah... hay un lugar donde podemos conseguirla, compramos desperdicios de pescado, luego los secamos, molemos y listo para mezclar. ¡Cómo no se nos ocurrió antes!
Fuimos en nuestras forever a la cola –kilométrica- compramos dos flamantes sacos de cabeza, tripas y espinazos de tilapias –muchas de ellas podridas- tampoco calculamos que el agua y las moscas hacían más pesado el traslado, aún así lo hicimos y fuimos dejando nuestra marca olorosa por los alegres callejones del Camaguey legendario.
Llegamos a nuestro destino -patio de mi casa- dejando la marca olorosa por toda la casa, la leña ya estaba lista –sí, con leña para la que casi necesitamos una granada para encenderla-, la parrilla para el secado -que no era más que una puerta de acero de la casa de Romel- también estaba ya lista por lo que pusimos manos a la obra.
Una vez encendida la fogata y con el pescado podrido encima, la columna de humo era tal que toda la casa –no exagero- todo el patio y gran parte del barrio estaba bajo nuestra influencia, el olor no se lo pueden imaginar –quizás sí- aquello como dice mi madre ... no taba fácil.
Como a los 30 minutos tocan a la puerta de mi casa y salgo yo con mi facha de tiznado y olor a pescado. Era uno de mis vecinos que me dice... ¿Carlitos que estás haciendo?, muy orgulloso le explico lo del balance de la dieta de los pollos, la mezcla , secado, molido, etc y aquel abría los ojos, me dice ... Carlitos, ¿cuánto le sacarás a todo y cuanto te costaría comprar los que te comerás...? yo dije, pues parece que entrará en el negocio y sigo explicándole con mis dotes de profe de la uni -mientras Romel seguía en el patio con le humo y los pescados- hasta le explico que puede tener en cuenta la mano de obra en sus cálculos porque por el precio de la carne en el mercano –oscuro- da ganancias.
Luego de mi conferencia a mi vecino se le ilumina el rostro, se mete la mano en el bolsillo y empieza a contar dinero... yo pensé: este se la tomó en serio ya quiere invertir...
Amigos cual sería mi decepción, estaba equivocado, me extendió la mano con el fajo de billetes y me dijo: aquí tienes para comprar los pollos que se comerán, lo que obtendrán de las ventas de los sobrantes y un poco más para que le paguen a Pancholo –recogedor de basura del barrio-, pero por favor Carlos... –ya no me dijo Carlitos- apaguen esa mierda de una vez que nos vamos a vomitar todos en el barrio.
Sinceramente me reí mucho-creo que debía avergonzarme- , claro que no acepté el dinero, claro que apagamos todo aquello -aunque el mal estaba ya hecho-, claro que críamos los pollos, claro que a los de Romel se le viraron las patas, claro que no vendimos ni uno, claro que olimos a pescado durante un mes y claro que pasamos un trabajo horrible para moler aquella pasta "tostada maloliente“ pero esa es otra historia y fue en la casa de Romel, en la mía no era posible hasta que se desitoxicara.
Al final nos miramos y dijimos, ¡menos mal que no se nos ocurrió antes!
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