miércoles, 18 de noviembre de 2009

Industrias sin chimeneas pero ... con mucho humo

Como nadie se anima a escribir meto la cuchareta de nuevo, estaba recordando hoy en la mañana mientras caminaba por Berlín –no me pregunten por qué-, el último viaje a Cuba, más específico a la Habana.

Ya desde Nicaragua habíamos acordado invitar a unos amigos en la Habana a un restaurant que no es gran cosa pero tiene el “valor sentimental” que casi en cada viaje lo visitamos con estos amigos, por eso no debíamos fallar a la cita.

En el hotel, nada más salir el botones se acerca y nos ofrece un taxi, joder que maravilla, damos la dirección no sin antes pedirle al chofer que por favor baje el aire acondicionado que no lo necesitamos, muy amablemente accede y nos pregunta si nos molesta la música instrumental que lleva puesta. Para nada, es muy agradable y a un volumen que nos permite hablar si así lo deseamos.

Llegamos en nuestro flamante taxi –chino pero nuevo- a nuestro destino y salimos con nuestros amigos al restaurant, una vez allí después de un largo rato –a pesar de estar medio vacío aquello- nos traen la carta, luego se acerca el camarero y empezamos a pedir, quizás no muy ordenadamente pero de pronto se para el camarero y dice…

… A ver a ver, a ver si se ponen de acuerdo, vamos a poner orden, primero me dicen todos la bebida y luego la comida, esto no es un relajo debe haber un orden…

Algo más o menos así dijo aquel salvaje, yo la verdad que me reí un poco y dije para mis adentros… viva Cuba, Violeta y la madre se quedaron pasmadas jaj a y nuestros amigos un poco de todo.

Al final pedimos en orden pero… alguien pidió un huevo frito que al parecer la gallina ese día no quería poner porque se tardo lo impensable hasta que llamamos a nuestro querido cromañón para preguntarle por el huevo frito y… bingo, lo había olvidado –a pesar del orden-, en fin que aquello fue un desastre.

Terminamos de comer –mal comer algunos- y salimos hacia la casa para desde allí llamar a un taxi, increíble llegó casi enseguida.

Bajamos corriendo –porque se iba-, nos despedimos y al llegar al taxi –un lada- la puerta no abría, se bajó el chofer –del tamaño de Sotomayor- y la abrió, después de haberme gritado desde dentro que la abriera yo, pero como soy medio bruto no pude.

Al entrar al taxi resulta que Sotomayor tenía el asiento del chofer hasta atrás de manera que nadie cabía detrás suyo, se lo comento y me dice que de otra manera el no puede conducir porque es muy grande –joder vete pa una limosina entonces a conducir-, en fin era mejor montarse en aquello que esperar otro que quizás nunca llegaría.

Me monto delante y detrás mis dos acompañantes que estaban atacadas de la risa desde que entraron al “taxi”. No sé cómo rodaba pero el chico nos llevó hasta el hotel, le pedimos que subiera las ventanas porque el aire nos molestaba –el aire de la calle, del otro ni hablar, no existía- y nos dice que lo siente pero que están rotas las ventanas. Bueno si puedes baja un poco el reguetón hermano, que vaaa sin esto no manejo bien!!!!. Nos miramos, seguimos riendo de lo irreal de la situación y llegamos hasta el hotel.

Luego me contaron mis acompañantes que venían sentadas ambas encima de los muelles que sobresalían en el asiento trasero. Ya en el Hotel las cosas era diferente y volvimos a “la realidad” aunque no me queda muy claro cuál de las dos es la verdadera realidad.

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