jueves, 16 de abril de 2009

Francisco Cha ca Cha ca

Leyendo un poco a Félix con sus guajiros en la Habana me trajo a la mente una anécdota que quería compartir. Siendo “del campo” me ha tocado viajar bastante en Cuba primero pa otro “campo” en el Pre donde junto a Pimentel tenemos una buena cantidad de historias de terminales y luego por trabajo a la Habana pero la de hoy ni lo uno ni lo otro.

Como en casi todo el mundo las embajadas están en las capitales y la oficina de intereses de usa en Cuba está en la Habana, a mi hermano le llega el biombo, bombo o sorteo como lo quieran llamar y tenía que ir a la Habana -esta es la primera vez, porque tuvo que ir dos pero esa es otra historia-

Llegó la fecha y sin dinero, sin carro, solo a golpe de amigos decidimos ir a la capital, a la famosa entrevista. Una migo mío que trabajaba en una firma y que tenía un viaje a la Habana nos avisó el mismo día que podíamos ir con él. El vehículo era un van y por suerte íbamos delante con él, digo por suerte porque este socio –como casi todos- iba recogiendo a cuanto dios le hacía seña en el camino a la capital –previo cobro- y metiéndolos en la parte trasera, además el socio le daba por dormirse y en cada bache o línea de tren los que iban detrás daban con el techo. Eran días difíciles en los que no importaban un par de chichones si lograbas llegar a tu destino.

Llegamos –a donde si no- a la casa del Juanca, como era bien pronto dormimos un par de horas, desayunamos –ese guajiro es de oro- y de ahí pa la misión, ya JC nos había dicho que regresáramos y que nos fuéramos con calma la otro día, por qué tanta prisa.

Fuimos a la famosa entrevista –fue Félix porque yo no tenía na que ver con eso, ojalá- y al salir ya tarde nos dijimos, vamos a ver si nos podemos ir hoy mismo, jajaja como dice Félix recuerdos de mi infancia. Salimos para la Couvre y Dios aquello metía miedo, no sé si era una cárcel, un albergue cañero, un carnaval, un mercado, en fin algo surrealista.

Nos anotamos en una lista de espera para la que tuvimos que hacer una impresionante cola, tener listos los carnet de identidad y soportar a aquella alegre negrona del mostrador que se hacia la que no nos entendía y que nunca tenía tiempo para nada.

Anotamos nuestro número, miramos la pizarra y… como 500 delante de nosotros.

-Tranquilo Félix, esto no puede ser real, mucha gente se anota en muchas listas
-¿Tú crees?
-Si, además también está el tren y ahí se van muchos
-¿Qué hacemos?
-Sentémonos y esperemos

Llegó la noche y na de na, ah lo más interesante cada vez que venía un “carro” pa Camagüey –o pa donde fuera- se paraba la negrona con una lista y a través del audio decía el nombre y tú alerta pa disparar el apellido porque si no te quedabas en esa, sin contar que la cantidad de gente era horrible y a veces ni te oían era pura lucha por la supervivencia. Nosotros par de infelices no acostumbrados a aquellos andares al inicio la pasamos negra, eso si nos reímos bastante.

A medida que se acercaba la madrugada más nos acordábamos de la cama de JC y del aire acondicionado que en ese tiempo tenía. Mirábamos a nuestro alrededor y la gente se preparaba para lo inminente, la noche, unos sacaban sábanas, otros periódicos, otros se amarraban el maletín al cuello, se apoderaban de varios asientos para acostarse, otros en el piso y todo muy natural. Nosotros nos mirábamos y como en la escuela bajamos la cabeza y a “dormir”.

Al otro día nos despierta un revuelo, la gente con sus pomitos de agua pal baño, otros en la calle lavándose la boca con su cepillo y pasta, los otros doblando “las sábanas”, eso era una escuela al campo.
Estábamos destruidos, cuando de pronto le digo a Félix mira pa allá y vemos como un vecino nuestro saca un pomito plástico, busca un poco de agua, saca un pedazo de cartucho viejo con algo blanco dentro lo mezcla todo, cierra el pomo y empieza cha ca cha ca a removerlo con una seriedad impresionante. Al parecer nos vio embobados mirándolos y nos dice…

-¿Qué pasa nagüe, nunca han visto agua de azúcar, quieren un poco?
-Agua qué… no… no… gracias señor
-Que señor ni que señor me llamo Francisco dense un buchito que esto es pa rato

Joder con Francisco, que no me gusta el agua de azúcar de ese pomito, por supuesto no nos dimos el buche.

A los 10 minutos ya no era un albergue era un mercado, desayunos de todo tipo ofrecían los merolicos, nosotros a melcocha porque no teníamos dinero. Hicimos una reunión de hermanos y decidimos que teníamos que anotarnos en todas las listas con dirección hacia Camagüey, o nos quedábamos allí pa siempre si es que no nos moríamos de una infección antes.

Para no hacer muy larga esta historia hasta pa cagar había que sacar números –por suerte no los sacamos porque no comíamos, por ende no cagábamos-, al final luego de dos noches junto a Francisco y su alegre cha ca cha ca en las mañanas logramos irnos hasta Ciego de Avila donde había menos tumulto, pero la misma escasez de ómnibus, de allí salimos en una máquina privada que pagaron mis padres cuando llegamos a Camagüey, luego de una llamada por teléfono donde al oir nuestras voces mis padres dijeron... vengan en lo primero que vean hijos míos nosotros pagamos lo que sea, amor de padres sin dudas.

Juré nunca más ir a la Habana sin dinero pero tuve que ir muchas veces más en las mismas o peores condiciones y solo muchos años después logré ir a la Habana con algo de dinero y un poco más de comodidades pero eso fue luego de un largo viaje.

No hay comentarios: