
Llega el señor a la finca da un paseo, observa nuestros ejemplares –¡qué ejemplares!-, da una charla bien informal con los miembros del Centro y señala los problemas nutricionales que ha detectado, como solucionarlos, nos explica de su trabajo, sus viajes etc.
Pasamos al comedor –¡qué comedor!- y comimos algo que mejor no recuerdo, de regreso a la casona –así le llamábamos al local donde estaban nuestras oficinas y el laboratorio-, el señor nos pide entrar al baño.
No está ni 10 segundos en el baño y sale disparado, va al jardín y echa una buena meada ante los rostros perplejos de los allí presentes, pero igual como era bastante mayor pues… cosas de viejos pensamos todos.
Regresa a la sala –donde teníamos unos sillones antiguos muy cómodos -además de ser el hospedaje favorito de gran variedad de ácaros y no ácaros- y nos dice el señor que los animales de la finca –se acuerdan del caballo- estaban mal nutrimos pero obviamente algunos trabajadores no.
Nos sorprendió su observación porque empezando por mí creo andábamos medio desnutridos todos, sigue explicando que analizando la calidad de las heces se puede llegar a alguna conclusión sobre el estado nutricional de los seres vivos, dale con este vejete y sus discursos, ahora nos habla de la mierda.
Estabamos a la espera del trasporte para llevar al Profe a su hotel cuando llega este -el camión de Barbarito- y nuestro inglés se rehúsa a montar delante, casi se rompe la cabeza por tratar de montarse por la rueda del camión, por suerte alguien lo aguantó por donde pudo y lo lanzó para arriba en dirección a la cama del camión, nos despedimos del alegre y rosado Inglés y el resto regresamos a la casona.
Ya yo me estaba meando hacía rato y ya en la casona entro al baño cuando… amigos, entendí varias cosas:
... entendí porque el viejo salió disparado a mear al jardín,
... entendí la razón de su charla “extra” sobre nutrición,
... entendí porque decía que alguien no estaba desnutrido y
... entendí el por qué su reflexión sobre la relación heces/estado nutritivo de los animales.
No cabía dudas alguien de nuestra tropa estaba muy bien nutrido, en la taza del baño asomaba su cabeza –porque aquello era casi un niño ya mayorcito- un enorme mojón cubano, el que cagó eso aún hoy en día debe tener ardor en el trasero, no cagó… ¡parió!
Yo al igual que nuestro invitado di media vuelta y me fui a mear al jardín, no eran caprichos de viejos era pura fobia al encierro en el baño con aquel monstruo.
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